El miedo a una erección o falopfobia en su sentido más estrecho es un miedo a una erección y, en un sentido más amplio, una aversión excesiva a la masculinidad. El término se deriva de la palabra phallo en griego que significa pene y a veces denota masculinidad, junto con el sufijo fobia Medomalacuphobia, el temor de perder una erección o adquirir una disfunción eréctil, es su antónimo.
Ámbito de aplicación
En su sentido más amplio, el término puede utilizarse metafóricamente, por ejemplo, en relación con los feministas; sin embargo, en su sentido más restringido, se ha descrito como un síntoma que es más probable que sea exhibido por las mujeres. En las fuentes que parecen usarlo en el sentido original, a veces se matiza como un subproducto o hipónimo de una aversión, aversión o miedo a la semejanza del apéndice que sobresale de la erección masculina, y cómo ésta simboliza una agresión o afectividad que lo acompaña a la misma. Esta aversión se extiende a veces a un proceso cognitivo no atributivo, mientras que en otras ocasiones se extiende a la propia experiencia del hombre y a sí mismo.
En este escenario, debido a la esencialidad de estos reflejos para el hombre, algunos corresponsales han planteado la factibilidad de un diagnóstico de este tipo si el hombre tiene una tumefacción nocturna del pene relativamente frecuente, ya que probablemente no se dará cuenta de sus erecciones en ese momento. En las culturas que hablan de los genitales masculinos como una unidad singular, el fenómeno de la ansiedad de la castración puede solaparse con la falopfobia desde un punto de vista lingüístico. Aunque generalmente se refiere a las erecciones ordinarias, el término también se ha utilizado en contextos toxicológicos y terapéuticos.
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Causa
Sigmund Freud ha señalado al pie de la página la posibilidad de que este temor pueda derivarse de una falta de ingenio que permita distanciar ornamentalmente los órganos copulatorios de los órganos excretorios, una condición que puede afectar tanto a hombres como a mujeres. No necesariamente tiene que ser inducida por un pene descubierto, sino que también puede ser el resultado de ver el contorno abultado o la curvatura del pene, tal vez a través de la ropa que consiste en una tela delgada.
En casos más extremos, se ha comparado con la respuesta de lucha o huida arraigada en el cuerpo humano, en la que un individuo deja de intimar con su pareja masculina y no puede visitar establecimientos mixtos en los que es probable que las personas lleven ropa más reveladora, como un gimnasio, la playa, el cine o las salas de estar con el monitor encendido.
El miedo puede recurrir a través de cualquiera de los sentidos, incluyendo el tacto accidental, la vista, escuchar la palabra pene o pensar en una erección. La fobia puede haberse desarrollado a partir de una afección como la dispareunia, un trauma (generalmente sexual) que ocurrió durante la infancia, pero que también puede tener un origen fortuito.
En la literatura que cubre la sexualidad humana, se utiliza como adjetivo sólo para aludir negativamente a los actos sexuales penetrantes. Los hombres que tienen la fobia pueden tratar de evitar el uso de pantalones de sudor y otros tejidos ligeros, especialmente en público. Algunos analistas han afirmado que la afección puede ser hereditaria o puede ser una combinación de herencia genética y experiencias de vida. Para los hombres con la afección, uno de los subproductos es la dificultad de consumir con una pareja debido a la sensación de vulnerabilidad.
Esta vulnerabilidad puede haberse desarrollado durante la infancia porque sus padres les dijeron que el sexo y sus funciones fisiológicas eran malos, pecaminosos y sucios, pero que posteriormente fueron incapaces de desprender tales sentimientos vergonzosos ni de revertirlos al llegar a la adultez, incluso cuando las iniciativas románticas fueron posteriormente aprobadas o alentadas por sus padres.
Comportamiento del miedo a una erección
A veces la palabra se usa en un sentido en el que es metafórica y no está relacionada con sus orígenes etimológicos, como por ejemplo cuando un hombre ve a otro hombre como un rival y una fuente potencial de infidelidad para su cónyuge.
Otras revisiones han aplicado el término como un eufemismo o alegoría para indicar que la sociedad contemporánea está menos dispuesta a ser objetiva y directa en las discusiones sobre los aspectos fisiológicos del joven cuerpo masculino en general debido a la mojigatería, o a un punto de vista celibato y puritano que en particular se dirige a los hombres y a los niños.
Por ejemplo, Ken Corbett ha teorizado el hecho de que la ausencia generalizada del pene es objeto de discusión en los libros infantiles y en los libros sobre la crianza de los hijos, como evidencia de que «una especie de falophobia se ha introducido en nuestra teorización cultural».
En otros escritos se ha utilizado como epíteto para describir la aversión lesbiana o femenina a la sexualidad masculina. El autor Fawzi Boubia define la faloprofobia como una hostilidad hacia el género masculino más fuerte. El término también se ha utilizado como sustituto para expresar indirectamente la aversión a la procreación. La falopfobia también se ha utilizado como algoritmo en estudios de heurística en la toma de decisiones robóticas en temas relacionados con la temperancia sexual.
En las críticas al sexismo anti-masculino, la faloprofobia se utiliza como epíteto para ridiculizar el doble rasero y la hipocresía en el sistema legal, todo ello hasta el conjunto de los genitales que uno posee. Uno de los subproductos de esta fobia entre las mujeres es que puede dar lugar a que finjan un orgasmo para enmascarar su sentimiento de repulsión alrededor de su cónyuge masculino. Las formas de tratamiento pueden incluir sesiones intensivas de asesoramiento y terapia.